Libro. «Flor de un Árbol Raro» – Carolina A. Herrera, 2021

El montón de trabajo que me ha caído últimamente no me ha permitido leer tanto como quisiera, pero recientemente me eché el libro del que quiero escribir en esta publicación: la segunda novela de la escritora Carolina A. Herrera, titulado «Flor de un Árbol Raro». Es una novela que se lee bastante rápido y no puedo decir que me lo eché de una sentada, pero sí de tres y aquí les dejo mi punto de vista al respecto.

Esta novela es la segunda que he leído de Carolina Herrera, la primera fue «#Mujer Que Piensa» y, si quieres saber qué opiné de aquella, te dejo el link de mi punto de vista aquí. Aquella novela me la eché muy rápido por el estilo de la autora, que me resultaba no tanto una lectura sino la charla de café con una amiga que llenaba mis orejas de chismes con todo el vocabulario, el desenfreno y el frenesí con el que se desarrollan las pláticas sabrosas.

En esta segunda novela, Carolina Herrera hace un ejercicio literario. Si mal no recuerdo (no quiero hacer trampa y ver el libro), durante su maestría le pidieron que escribiera un relato que tuviera como punto de partida una fotografía. Sin explicación, sin mayor argumentación, simplemente tenía que elegir la imagen y crear una historia alrededor de ella. Carolina eligió la fotografía más famosa de Enrique Metinides, titulada: «Adela Legarreta Rivas atropellada por un dátsun».

La fotografía es terrible y, a la vez, muy alejada de las horrendas imágenes que vemos hoy en los periódicos de nota roja. En la imagen podemos ver a Adela Legarreta muerta, casi colgada de un poste que quedó derribado durante el accidente. Por todo Internet se puede encontrar la historia de esa fotografía y su autor. Pero por ahora sólo diré que Adela Legarreta Rivas era periodista y ese día iba camino a casa de su hermana, que la acompañaría a la fiesta de lanzamiento de su último libro.

Aunque Carolina Herrera muestra esta imagen en su libro y nos cuenta más a fondo su historia, eso no termina siendo importante, ya que la novela habla de otra cosa. La protagonista… no sé si llamarla la protagonista y en un momento explico el porqué. Pero bueno, la protagonista también se llama Adela en honor a la mujer de la fotografía original y también es escritora, pero de novelas de terror y misterio.

Voy a dar un paso atrás. La historia comienza con la muerte de Adela, también atropellada, pero por un Toyota. El único hermano que le sobrevive, un hombre que sufre de Alzheimer, es informado de la muerte de Adela y tiene que trasladarse al pueblo de Mazamitla, donde está la casa en la que vivía Adela y que ha pertenecido a varias generaciones de la familia. Algunos la han querido vender, pero tiene algo bastante especial que los ha convencido de no deshacerse de ella. ¿Qué? Sigan leyendo.

Decía arriba que no estoy seguro de si Adela es la protagonista porque cada uno de los capítulos de «Flor de un Árbol Raro» está narrado desde el punto de vista de un personaje diferente. La novela comienza con Víctor, el hijo del hombre con Alzheimer, es decir, el sobrino de Adela. Luego le toca el turno a Celia, la que fue durante su infancia la mejor amiga de Adela. Luego sigue María Francia, otra sobrina de Adela, luego la madre de María Francia, hermana de Adela. Y así nos van contando la historia de Adela desde el punto de vista de varios personajes… Adela incluida. Entonces es la protagonista porque todos hablan de ella y la novela gira alrededor de su accidente, pero no la vemos sólo a ella, sino a un montón de personajes que me parecen todos ellos muy muy interesantes.

Carolina A. Herrera, la autora

Bueno, ¿pero qué tiene de interesante la historia de Adela? Pues si quieren mi punto de vista… yo diría que los pequeños secretos. Los secretos que guardamos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Las historias ocultas que no nos decimos ni a nosotros mismos y que guardamos con tanto ahínco debajo de la alfombra que pronto olvidamos la verdad para creernos la mentira. ¿La mentira? No sé si sería la palabra correcta, yo más bien le llamaría «la negociación de la realidad». Nos creemos (y así lo vendemos) una versión de nuestra propia realidad que nos viene mejor, que nos genera menos dolor, menos angustia, menos temor.

Todos los personajes de esta novela están llenos de secretos y la realidad pasa a un segundo plano, tanto en lo literal como en lo simbólico. La familia de Adela está tan llena de muerte que en ocasiones es mejor mirar hacia otro lado. La realidad es demasiado dura para tomarla en consideración. Los personajes, lo parezca o no, están en duelo constante. Todos ellos tienen que lidiar con la muerte de una forma u otra. Celia tiene una funeraria y su día a día es estar entre los cadáveres y Adela, su mejor amiga, ha visto la muerte de demasiados seres queridos. Pero esa muerte no es tan interesante como la otra, la muerte de la realidad (encarnada por María Francia, que sufre de esquizofrenia) o la muerte de los deseos (de otros tantos personajes que ven sus sueños aplastados)

A lo largo de la novela todos descubren la realidad. Llamémosle la verdad. ¿Qué verdad? Pues depende del personaje, pero no voy a ser yo quien les eche a perder todas las verdades que se ocultan en esta novela, ni lo que significan, ni mucho menos las reacciones que los personajes tienen ante su descubrimiento.

¿Hablé de que la novela nos habla de la muerte? Sí, todo el tiempo. Pero esperen, no sólo por la gente que de verdad ha muerto, sino también por la gente que se queda. No es un spoiler si les cuento que la razón por la que la casa de Mazamitla queda en manos de la familia es debido a que en ella siguen rondando los fantasmas de todos aquellos miembros de la familia que han muerto. El primer fantasma se aparece a finales del primer capítulo, así que les juro que no les estoy echando a perder nada.

Adela está rodeada de muertos. Celia también. Sólo que los muertos de Adela están vivos, si me permiten decirlo así, aunque pudiera parecer chocante. Celia está llena de cadáveres en su funeraria y, en cambio, los fantasmas de Mazamitla no son espíritus chocarreros que espantan o buscan la muerte. Son los mismos que eran, platican con los vivos y se aparecen cuando hay flores de agradables aromas. Esa casa le cumple a cualquiera el sueño de volver a ver a sus seres queridos, volver a hablar con quien nos dejó demasiado pronto.

Lo más interesante de todo esto es que a Carolina Herrera le importan poco las formas. ¿A qué me refiero? No a que escriba mal o que no respete las reglas gramaticales, no seamos simplones. Me refiero a que se brinca de un formato a otro. De repente perdemos el formato de novela y la historia se narra con el formato de la obra de teatro, haciendo incluso anotaciones de lo que tiene que estar pasando en el escenario. Si son lectores muy cuadrados esto los puede sacar de quicio. Una parte de mí cree que tiene que ver con el ejercicio literario, en el que la autora abarca más de un género a través de la misma historia y la fotografía que le dio origen. Pero la verdad es que prefiero imaginarme a la autora, divertida, haciendo lo que se le da la gana para contarnos su historia como ella quiere, como ella disfruta.

Ya no quiero decir más para que se motiven a leerla… ¿quieren más? Bueno, una cosa más. También hay la sospecha de que Adela fue asesinada y que el Toyota que la atropelló sólo fue un elemento aislado de un escenario más oscuro, más complejo, más profundo. Sí, a lo largo de toda la novela también la autora desarrolla está línea, la posibilidad del asesinato de Adela con sus probables culpables y sus probables móviles. Pero también es una historia de amor. También es una historia de crecimiento, de auto-descubrimiento, del hallazgo de lazos rotos que pueden volver a estar completos.

¿Suena a muchas cosas? Pues lo es, pero nunca queda mal. No se trata de una cosa y luego de otra, se trata de todo a la vez y en un entramado que a simple vista es muy complejo, pero que Carolina Herrera hace sencillo y claro. Uno pensaría que con todo esto la novela se la pasa dando saltos de un tema a otro, de los fantasmas al presunto asesinato, a la locura, a la muerte, a los cadáveres, a los secretos, a la historia de amor. No. Todo está vinculado, de modo que la narrativa de unos elementos es la narrativa de los otros. ¿Y qué tiene que ver todo esto con una flor de un árbol raro? Léanla, la flor no deja de salir todo el tiempo.

Por favor no se la pierdan, apoyen a los buenos autores. Les voy a dejar aquí el vínculo para que la compren en Amazon. La tienen en papel y también la tienen para Kindle, para que se la echen como prefieran: Flor de un árbol raro: Herrera, Carolina a: Amazon.com.mx: Libros.

¡Buena Suerte!

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